Reducir la contaminación, minimizar la generación de residuos, impulsar el reciclaje, evitar la sobreexplotación de los recursos y garantizar la supervivencia del resto de las especies. Éstas podrían ser pretensiones vacías o impersonales, sin embargo, son mucho más que eso. Son el resultado de que desde hace un tiempo el hombre está pudiendo dejar de mirarse a sí mismo para ponerse cara a cara con alguna de las consecuencias de su evolución y de la producción y consumo desmedidos.
De esto se ha desprendido la puesta en marcha de algo que, aunque no lo notemos, progresivamente va formando parte de nuestras vidas de distintas maneras, y está pensada para brindarnos información sobre el impacto social y medioambiental de nuestras acciones en la vida cotidiana. La educación en sustentabilidad es, quizás, uno de los estandartes del nuevo paradigma ambiental porque acerca alternativas que permiten a los ciudadanos y comunidades desaprender usos y costumbres que tienden al deterioro y agotamiento de los recursos para incorporar hábitos responsables y sostenibles en el tiempo.
De hecho, esto se evidencia en que cada vez son más las escuelas y organizaciones que promueven prácticas amigables con el medio ambiente entre niños y adolescentes, y lo hacen a través de enseñanzas e intervenciones participativas como preparar huertas orgánicas o reciclar residuos de diversas formas. Sin duda, esta es una acción estratégica porque los jóvenes son agentes de cambios multiplicadores y duraderos, ya que incorporan nuevos hábitos con facilidad y los dejan instaurados de cara al futuro.
Sin embargo, para que la toma de conciencia y el consecuente cambio no dependa sólo de los más chicos sino que sea una transformación estructural, contundente y duradera debe canalizarse tanto por medio de la educación formal y no formal como de la enseñanza permanente. Tal es así que vivimos rodeados de otro tipo de enseñanzas que, aunque no estén tan sistematizada son también muy efectivas, y son la que se visibilizan a través de proyectos de organizaciones de la sociedad civil, campañas gubernamentales o iniciativas de empresas públicas o privadas.
Estas acciones son muy positivas porque involucran y concientizan a la comunidad en su totalidad, así como también ponen a la luz que el aporte del sector público y privado es indispensable para la consolidación e instauración de nuevas prácticas de vida y de consumo.
Educar en sustentabilidad, sin duda, pone un desafío importante para la sociedad porque es una tipología de educación que evoluciona y que requiere modificaciones y actualizaciones periódicas. Muchos de los temas que hoy resultan fundamentales eran inimaginables hace cincuenta años, porque la sociedad desconocía o tenía menos conciencia de las devastadoras consecuencias del sistema productivo y de consumo.
Es vital entender que hay numerosos desafíos en este tipo de educación ya que requiere facilitar contextos de aprendizaje en los que los hechos y las palabras refuercen la importancia y el alcance de los cambios individuales y grupales para lo cual será indispensable tener en cuenta las distintas dinámicas sociales, culturales y económicas que hacen a la vida de una comunidad.
De otro modo será difícil generar adhesiones y no resistencias en la población, porque las propuestas de cambio deben ser realizables y estar pensadas para que cada persona no se sienta una mera receptora de información sino protagonista del cambio expresando ideas, debatiendo y colaborando en diversas acciones.
Para conseguir patrones de vida más sustentables de cara al futuro será clave:
- Asegurar que las instituciones educativas incluyan en los diseños curriculares contenidos vinculados a la educación en sustentabilidad y que brinden herramientas actualizadas para docentes y alumnos.
- Fomentar el aprendizaje intergeneracional.
- Apoyar investigaciones avocadas a estos temas.
- Promover la articulación y cooperación entre diversos actores aportantes.
- Involucrar a todos los sectores de la sociedad en la conciencia social y el cambio.
A 15 años de la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Sostenible de Johannesburgo, en la que se instó a la implementación de la educación para el desarrollo sostenible, sin duda podemos celebrar lo conseguido día a día pero sin perder de vista que aún tenemos mucho por hacer para que nuestra evolución no destruya el entorno en el que vivimos.
Juliana Marengo
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